MIS
HISTORIAS CON EL FELIPE Y OTROS GRUPOS
Kruschev con su zapato en la ONU |
Yo
militaba en el FOC, asociado al FLP aunque independiente, teníamos nuestros
propios órganos dirigentes, los militantes éramos de carácter tercermundista,
nuestro modelo favorito era la Yugoslavia de Tito, al que también admirábamos
por haber luchado contra Franco en las Brigadas Internacionales, otro de
nuestros modelos eran las luchas de liberación nacional que se producían en
muchas partes del mundo para sacudirse el yugo del imperialismo, el FLP tuvo
contactos con Yugoslavia que acogía a sus militantes y creo que les daba algún
subsidio, yo hice alguna charla sobre la estructura económica de ese país
cuyas cooperativas nos parecían un
modelo a seguir.
Tanto
el Foc como el Felipe intentaron siempre tener una base obrera, solo nosotros
lo conseguimos en Catalunya gracias a nuestros contactos con los movimientos católicos
de Gallifa, así entro en el frente un dirigente obrero de la Maquinaria
terrestre y Marítima, era un líder y se le nombró secretario general, siguiendo
su ejemplo hubo varios trabajadores que se unieron a nosotros, pero hay que
decir que la mayoría de los militantes, que no eran tantos procedían de la burguesía
catalana o españolista, no dejaban de ser hijos de papa, aun así tuvieron
merito de rebelarse contra la dictadura llevados de su idealismo unas veces democrático,
otras marxista pero decididamente anti-fascistas, yo me definía como marxista,
aunque no tenia aun unas bases sólidas pero el descubrimiento de la lucha de
clases, del materialismo histórico y de otras premisas de la teoría marxista
fue para mi una revelación, por fin sabia el porque de los acontecimientos de
la historia, las revoluciones y de la marcha de la sociedad, acontecimientos
que eran oscuros y sin una explicación coherente para mi tales que la revolución
francesa e incluso nuestra guerra se explicaban perfectamente conociendo el
marxismo, nunca he olvidado la impresión que me hizo descubrir estas teorías y
hoy día sigo siendo marxista y lo seré siempre, es el único método para
analizar las diversas situaciones que vivimos.
Los
militantes estábamos estructurados en células, siguiendo el ejemplo de los
partidos comunistas y que además son una protección cuando se es clandestino,
los militantes de una célula no debían conocer a los de las otras, solo el
secretario general debía conocerlos a todos, a mi no se porque se me nombró
secretaria de nuestro máximo dirigente, debía reunirme con él y trasmitir sus
palabras a los estamentos siguientes que las harían llegar al resto de las células
por boca de los responsables, era complicado pero los partidos clandestinos
funcionaban así y nosotros no íbamos a ser menos, esta estructura nos protegió
a algunos de la represión policíaca.
Mis
estudios de asistencia social continuaban, a partir del segundo año hacíamos
practicas, es decir nos enviaban a trabajar a los barrios obreros, a los
hospitales o a las escuelas, yo empecé por ir al clínico donde me ocupaba de
buscar soluciones para los enfermos sin recursos, no creo haber encontrado nunca
ninguna, me di cuenta de que no las había, estuve en una escuela de párvulos,
los angelitos tenían la cantidad de enfermedades, a mi me pegaron la rubéola o
el sarampión, no recuerdo, tal vez los dos así que estuve bastante mal y decidí
que eso de la enseñanza no iba conmigo.
Las
ultimas practicas que hice fueron en un barrio obrero recién construido para
los emigrantes que venían de toda España buscando trabajo en Catalunya,
normalmente vivían en chabolas pero al paso de los años construyeron casas por
barrios enteros, me di cuenta de que llegaban de regiones del sur pueblos
enteros, a veces con su alcalde a la cabeza y con todos los papeles del
ayuntamiento. La felicidad de la instalación duro poco, el trabajo escaseaba y
los hombres decidieron que en Europa habría mas oportunidades de alcanzar una
vida mejor, se marcharon por grupos, unas veces iban para hacer la vendimia en
Francia y esos volvían, otros buscaban trabajo, casi siempre como albañiles en
diversos países de Europa, fundamentalmente en Francia y en Alemania, algunos
pudieron hacer algunas economías y comprarse el pisito que todos anhelaban,
otros se quedaron en esos países para siempre. Las mujeres quedaban atrás, con
los hijos, esperaban que sus maridos les enviasen algún dinerillo para ir
pasando, pocos lo hacían, muchos se desistieron de las familias que dejaron en
España y fundaron otras en el extranjero. Las mujeres tenían que trabajar para
mantener a sus hijos, casi siempre en el servicio doméstico, cuando llegue a
San Andrés me di cuenta de que habia muchos niños con deficiencias mentales y
que había que buscarles sitio en el Cotolengo, sitio de acogida para estos
pobres niños, se me explicó que las madres debían trabajar todo el dia y
dejaban a su hijo encerrado en el apartamento, solo, eso hacia que su mente no
se desarrollara normalmente, cuando eran dos los encerrados el primero se
ocupaba del segundo, le hacia compañía y así salía adelante, esta emigración
duro años, volvieron cuando Europa ya no les necesitó, mientras tanto las mujeres
sacaron adelante sus familias con su trabajo y su abnegación, gracias a ellas,
tanto las esposas de los emigrantes como las de los que se quedaron, sus hijos
pudieron tener estudios, comprase pisitos y tener una vida digna, todo lo
ganaron con el trabajo de sus manos, también la dictadura se aprovechó de esta
emigración, las divisas que mandaban a las familias impedían cada año la
bancarrota a la que estaba abocado el estado español.
La
militancia me llevaba a participar en toda suerte de reuniones, siempre
llevados por el afán de encontrar compañeros de lucha, había las que
organizaban los militantes del PSUC con mucho misterio aunque todos sabíamos
perfectamente quienes eran y lo que hacían, hablemos de alguna cosita, decían,
y aprovechaban para intentar hacernos tragar la ultima línea política del
partido, la reconciliación nacional o la critica de los crímenes de Stalin
siguiendo lo que dictaba Kruschev a partir del 20 congreso, el eurocomunismo
aun no había empezado, pero no tardaría en llegar. A los que éramos o bien del
FOC o del MSC, o de las Juventudes obreras estas tesis no nos interesaban pero seguíamos
en contacto con ellos, recuerdo una discusión en las que se nos intento hacer
tragar que las sociedades anónimas americanas eran un prefiguración del
comunismo y que eso llevaría a los Estados Unidos a convertirse a dicho
sistema, recuerdo cuanto nos reímos escuchándoles.
Otros
grupos nos reuníamos para hablar de las posibilidades de lucha, unos decían que
había que dar testimonio y otros lanzarse a la acción, no veían que la lucha
contra la dictadura era la mejor manera de dar testimonio. Por aquel tiempo
estaba de moda entre los cristianos progresistas las teorías del jesuita
Tehilard de Chardin, científico e investigador tenia una interesante teoría de
la evolución que incomodo a la Iglesia y acabó siendo separado de la enseñanza
sus libros acabaron prohibidos, no podían editarse, así con ese perfume de rebelde
el personaje nos interesó, hoy día esta bastante olvidado, pero era poético
hablar del punto omega al que se dirigía la humanidad, solo juntos podríamos
evolucionar y conseguir nuestra salvación, aunque nosotros lo único de que queríamos
salvarnos era de la dictadura y del capitalismo nos dedicábamos a estudiar
algunos de sus libros, era un rebelde.
Recuerdo
una anécdota que me hizo comprender que el nazismo no había desaparecido,
estaba siempre latente, conocí no se donde a un joven alemán que era estudiante
y me dijo su interés por los toros, como yo podía ir gratis gracias al pase de
mi padre le invité un domingo, vino a buscarme a casa muy ceremonioso, después
de la corrida me pregunto si podía presentarle a jóvenes Españoles para
establecer contactos, así que le invite a una de nuestras reuniones, llego con
un tocadiscos y nos pidió permiso para
hacernos escuchar uno de ellos, no sabíamos de que se trataba pero nos quedamos
aterrados al oír la voz de Hitler dando gritos en uno de sus inspirados
discursos, inspirados por Satán, seguramente, el muchacho se puso de pie para oírle
y levantó la mano haciendo el saludo fascista, naturalmente dos fornidos
muchachos le cogieron por los brazos y le pusieron de patitas en la calle con
sus discos horripilantes, fue un trauma ya que fui yo quien lo había invitado, así
vimos que una parte de la juventud alemana seguía añorando a semejante
monstruo, es mejor no olvidarlo, el vientre de la bestia sigue siendo fecundo.
21 octubre 2015
El documental desmunta els mites sobre la immigració espanyola: La majoria anava sense contracte i estava sotmesa a dures condicions laborals. També van ser víctimes de la violència i l’odi xenòfob.
Este documental de hora y media, obra de dos periodistas forjadas en el programa de reportajes en profundidad Treinta Minutos de Telemadrid, hasta que la cadena cayó en la propaganda partidista, ha conseguido reconstruir un pasaje olvidado y desconocido hasta ahora, el de los emigrantes españoles que se fueron a Europa a principios de los años sesenta. Las tasas de paro crecían por día por lo que Franco prohibió el pluriempleo y muchas personas que trabajaban en varios sitios para subsistir pasaron a ser pobres. Pero Europa necesitaba mano de obra para sus factorías y el franquismo eliminar potenciales focos de conflictividad social, es decir, mucha gente que pasaba hambre en este país.
Dos millones de personas partieron, según los registros del Régimen, la mitad de ellos sin contrato de trabajo, y el 80 % analfabetos. Muchos no sabían dónde estaba en el mapa ese lugar llamado Alemania o Suecia; se desnudaron en público por primera vez en Hendaya para un examen médico en el que se sintieron “ganado, nos miraban incluso los dientes”; los que tenían menos miedo incluso llegaron a protestar, aunque nadie les entendiese, cuando llegaron a su destino y les pusieron un cartón con un número para repartirlos por las factorías. Y los que lograron formarse y entrar en contacto con los sindicatos, aprovechar la libertad para organizarse y mejorar sus condiciones a principios de los setenta. “El tren de la memoria” recupera a través de imágenes de archivos, muchas no habían sido vistas desde aquellos años o nunca, y del testimonio de aquellos inmigrantes las condiciones, los sentimientos y la vida de una generación que lo dejó todo para que los suyos estuvieran mejor, que en muchos casos nunca contaron a su entorno la soledad, los sacrificios, las humillaciones, el frío y el tremendo esfuerzo físico que conllevaba aquellas condiciones de trabajo marcadas por la monotonía del trabajo en cadena y las horas extras acumuladas. Dos millones de personas que con sus divisas contribuyeron decisivamente a la recuperación económica de España.
Tras la proyección, se inicia un coloquio con una de sus directoras, Marta Arribas. Los asistentes, la mayoría mujeres, están aún demasido emocionadas y les cuesta hablar, pero poco a poco van alzando los brazos. No preguntan, conversan. Comparten imágenes, sentimientos, contradicciones. Mencionan a los vecinos que volvieron tras décadas como emigrantes y se compraron un piso y cómo nunca se habían planteado los sacrificios que les había costado, pero rápidamente vuelven al presente y hablan de nuestros nuevos vecinos. Porque “El tren de la memoria” trata sobre la vida de los emigrantes que se fueron a Europa, en los trenes que salían dos veces por semana hacia Francia, Suiza, los Países Bajos y, en el caso de este documental Alemania, en concreto Nuremberg. E incluso, para estas personas de edad avanzada les resulta incomprensible cómo la historia se repite de una manera tan fiel e injusta.
La película reconstruye el éxodo de los españoles a Alemania «más allá de la historia oficial y los tópicos» .
Ana Pérez, directora, y Josefina Cembrero, protagonista de El tren de la memoria.
SAN SEBASTIÁN. DV. El tópico del Vente a Alemania, Pepe, que reflejaba la supuesta prosperidad que disfrutaban los emigrantes españoles en los años 60, tiene un contundente contrapunto en El tren de la memoria. La película que ocupa hoy la sesión de noche en el Festival de Cine y Derechos Humanos recuerda que aquellos fueron tiempos difíciles para muchos emigrantes españoles que se fueron sin saber muy bien a donde iban, y que estuvieron trabajando en la industria, a veces en condiciones muy duras.
«Yo soy de un pequeño pueblo de Palencia», relata Josefina Cembrero, la protagonista del documental. «A los 16 años me metí en el tren que iba a Alemania sin saber muy ni dónde estaba el país. En el autobús que nos llevaba a la estación, a la una de la madrugada, firmamos el contrato laboral». Josefina estuvo allí 14 años, levantándose a las seis de la mañana y trabajando hasta las cinco de la tarde, durmiendo en dormitorios colectivos en los que se separaban a los hombres y las mujeres, y conociendo lo que es sentirse inferior y menospreciado. «Yo en mi pueblo era una persona más, querida por todos, de familia obrera y acostumbrada a trabajar. Pero te subes a un tren y de pronto eres una emigrante, y tienen derecho a acomplejarte y humillarte». Josefina se dio cuenta, como otros, que si no se unían no conseguirían ni los mínimos derechos. Y cuando volvió a España siguieron las dificultades: «Te encuentras que no perteneces a ningún sitio, como emigrante en tu propio país». Desde entonces Josefina se ha dedicado a trabajar en asociaciones de ayuda a los emigrantes, aunque la última de ellas se ha cerrado, por falta de subvención.
«La historia de la emigración española está llena de mentiras, se maquilló convenientemente y todos nos hemos creído esa versión, porque es más duro enfrentarse a la verdad y la historia», manifiesta Ana Pérez, codirectora de la película con Marta Arribas. «El tren de la memoria es un homenaje a la dignidad de unas personas que han sufrido mucho y que despertaron a los sindicatos y las reivindicaciones laborales en situaciones muy difíciles. Entonces había más solidaridad, porque una gran mayoría trabajaba en fábricas, ahora los emigrantes están más dispersos y les resulta más difícil agruparse».
En el documental algunas personas cuentan lo que nunca creyeron que iban a revelar. «Se fueron abriendo y salieron cosas que no habían contado ni en su familia, por el grado de humillación que suponían», explica Ana Pérez. “Pero la historia se repite, y ahora está ocurriendo en España lo mismo. No podemos estar devolviendo a los emigrantes a su lugar de origen sin saber ni cómo ni a dónde vuelven”
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21 octubre 2015
DOCUMENTAL: El tren de la memoria – Immigració espanyola a Alemanya durant els anys ’60
El documental desmunta els mites sobre la immigració espanyola: La majoria anava sense contracte i estava sotmesa a dures condicions laborals. També van ser víctimes de la violència i l’odi xenòfob.
“La mitad de los emigrantes españoles se fueron sin contrato de trabajo”
Dos millones de españoles emigraron en los años 60, la mitad sin contratos de trabajo y el 80% analfabetos.
El documental “El tren de la memoria” alumbra un episodio desconocido de nuestra historia reciente con demasiados paralelismos con la actualidad.
27.09.2010 · Patricia Simón
Las luces se encienden y los aplausos van surgiendo poco a poco, con
pausas entre una y otra palmada, hasta que el estruendo se hace con la
sala. Muchas de las asistentes superan los cincuenta y los sesenta años
de edad y la mayoría tienen los ojos demasiado brillantes para poder
conversar entre ellas. Acaban de viajar a su pasado, a sus paisajes y a
sus preocupaciones, pero también han reconocido en la vivencias de ellas
y sus padres, la vida de miles de inmigrantes que hoy viven en España.
Acaban de asistir a la proyección del documental “El tren de la memoria” de Marta Arribas y Ana Pérez en un acto organizado por la asociación Tertulia Feminista Les Comadres.Este documental de hora y media, obra de dos periodistas forjadas en el programa de reportajes en profundidad Treinta Minutos de Telemadrid, hasta que la cadena cayó en la propaganda partidista, ha conseguido reconstruir un pasaje olvidado y desconocido hasta ahora, el de los emigrantes españoles que se fueron a Europa a principios de los años sesenta. Las tasas de paro crecían por día por lo que Franco prohibió el pluriempleo y muchas personas que trabajaban en varios sitios para subsistir pasaron a ser pobres. Pero Europa necesitaba mano de obra para sus factorías y el franquismo eliminar potenciales focos de conflictividad social, es decir, mucha gente que pasaba hambre en este país.
Dos millones de personas partieron, según los registros del Régimen, la mitad de ellos sin contrato de trabajo, y el 80 % analfabetos. Muchos no sabían dónde estaba en el mapa ese lugar llamado Alemania o Suecia; se desnudaron en público por primera vez en Hendaya para un examen médico en el que se sintieron “ganado, nos miraban incluso los dientes”; los que tenían menos miedo incluso llegaron a protestar, aunque nadie les entendiese, cuando llegaron a su destino y les pusieron un cartón con un número para repartirlos por las factorías. Y los que lograron formarse y entrar en contacto con los sindicatos, aprovechar la libertad para organizarse y mejorar sus condiciones a principios de los setenta. “El tren de la memoria” recupera a través de imágenes de archivos, muchas no habían sido vistas desde aquellos años o nunca, y del testimonio de aquellos inmigrantes las condiciones, los sentimientos y la vida de una generación que lo dejó todo para que los suyos estuvieran mejor, que en muchos casos nunca contaron a su entorno la soledad, los sacrificios, las humillaciones, el frío y el tremendo esfuerzo físico que conllevaba aquellas condiciones de trabajo marcadas por la monotonía del trabajo en cadena y las horas extras acumuladas. Dos millones de personas que con sus divisas contribuyeron decisivamente a la recuperación económica de España.
Tras la proyección, se inicia un coloquio con una de sus directoras, Marta Arribas. Los asistentes, la mayoría mujeres, están aún demasido emocionadas y les cuesta hablar, pero poco a poco van alzando los brazos. No preguntan, conversan. Comparten imágenes, sentimientos, contradicciones. Mencionan a los vecinos que volvieron tras décadas como emigrantes y se compraron un piso y cómo nunca se habían planteado los sacrificios que les había costado, pero rápidamente vuelven al presente y hablan de nuestros nuevos vecinos. Porque “El tren de la memoria” trata sobre la vida de los emigrantes que se fueron a Europa, en los trenes que salían dos veces por semana hacia Francia, Suiza, los Países Bajos y, en el caso de este documental Alemania, en concreto Nuremberg. E incluso, para estas personas de edad avanzada les resulta incomprensible cómo la historia se repite de una manera tan fiel e injusta.
‘El tren de la memoria’ destapa la «mentira» de la emigración de los 60
28 May 2009 -
‘El tren de la memoria’ destapa la «mentira» de la emigración de los 60La película reconstruye el éxodo de los españoles a Alemania «más allá de la historia oficial y los tópicos» .
Ana Pérez, directora, y Josefina Cembrero, protagonista de El tren de la memoria.
SAN SEBASTIÁN. DV. El tópico del Vente a Alemania, Pepe, que reflejaba la supuesta prosperidad que disfrutaban los emigrantes españoles en los años 60, tiene un contundente contrapunto en El tren de la memoria. La película que ocupa hoy la sesión de noche en el Festival de Cine y Derechos Humanos recuerda que aquellos fueron tiempos difíciles para muchos emigrantes españoles que se fueron sin saber muy bien a donde iban, y que estuvieron trabajando en la industria, a veces en condiciones muy duras.
«Yo soy de un pequeño pueblo de Palencia», relata Josefina Cembrero, la protagonista del documental. «A los 16 años me metí en el tren que iba a Alemania sin saber muy ni dónde estaba el país. En el autobús que nos llevaba a la estación, a la una de la madrugada, firmamos el contrato laboral». Josefina estuvo allí 14 años, levantándose a las seis de la mañana y trabajando hasta las cinco de la tarde, durmiendo en dormitorios colectivos en los que se separaban a los hombres y las mujeres, y conociendo lo que es sentirse inferior y menospreciado. «Yo en mi pueblo era una persona más, querida por todos, de familia obrera y acostumbrada a trabajar. Pero te subes a un tren y de pronto eres una emigrante, y tienen derecho a acomplejarte y humillarte». Josefina se dio cuenta, como otros, que si no se unían no conseguirían ni los mínimos derechos. Y cuando volvió a España siguieron las dificultades: «Te encuentras que no perteneces a ningún sitio, como emigrante en tu propio país». Desde entonces Josefina se ha dedicado a trabajar en asociaciones de ayuda a los emigrantes, aunque la última de ellas se ha cerrado, por falta de subvención.
«La historia de la emigración española está llena de mentiras, se maquilló convenientemente y todos nos hemos creído esa versión, porque es más duro enfrentarse a la verdad y la historia», manifiesta Ana Pérez, codirectora de la película con Marta Arribas. «El tren de la memoria es un homenaje a la dignidad de unas personas que han sufrido mucho y que despertaron a los sindicatos y las reivindicaciones laborales en situaciones muy difíciles. Entonces había más solidaridad, porque una gran mayoría trabajaba en fábricas, ahora los emigrantes están más dispersos y les resulta más difícil agruparse».
En el documental algunas personas cuentan lo que nunca creyeron que iban a revelar. «Se fueron abriendo y salieron cosas que no habían contado ni en su familia, por el grado de humillación que suponían», explica Ana Pérez. “Pero la historia se repite, y ahora está ocurriendo en España lo mismo. No podemos estar devolviendo a los emigrantes a su lugar de origen sin saber ni cómo ni a dónde vuelven”
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