LISTA 59
En la calle de Lista mama alquiló un ático, tenia una terraza que nunca
utilizamos pero que en invierno se llenaba de nieve y convertía el apartamento
en una nevera, creo recordar que era un cuarto piso sin ascensor, entonces era
raro que los hubiera, recuerdo que mi hermano Juan Manuel la primera vez que
subió a uno en el hotel de Alicante, dijo muy serio, “yo no me peso” le metimos
dentro y desde entonces ha odiado los ascensores que le dan un miedo cerval.
No se como mi madre con el pulmón que le quedaba podía subir aquella
escalera, pero era capaz de todo, en la pieza principal instaló su taller,
tenia ya mucha clientela y media docena de modistillas que cosían y cantaban
todo el día.
Desde el balcón y de la terraza teníamos una vista inmejorable, la casa
hacia chaflán y podíamos ver los patios de lo que entonces era el colegio de
los Maristas, pero que antes fue la siniestra prisión de Porlier donde se
encerraban a los condenados a muerte de la gloriosa dictadura que padecíamos,
en mi exilio conocí a uno de los que esperaban allí el ser llamados cada
madrugada, estuvo con los camaradas condenados con las 13 rosas rojas, a ellos
se les llamó los claveles, todos murieron fusilados por haber intentado rehacer
una célula de las juventudes comunistas, salieron todos cantando la
internacional, los que quedaron atrás lloraban, la emoción de aquel recuerdo
hacia saltar las lagrimas de los ojos de mi amigo.
Mi hermano Juan Manuel estaba con nosotros, mama le daba masajes en la
pierna, yo también, no tardó en reponerse casi del todo, aunque él siempre se
quejó de que la pierna le molestaba, no se daba cuanta de su suerte, muchos de
los que no murieron de aquella terrible
epidemia quedaron paralíticos.
Juan Manuel volvió con Quique a Alicante con su padre, yo quede con mama como estaba
convenido, a nadie se le ocurrió la idea de que debía estudiar, ir a una
escuela o colegio, yo procuraba que no se les ocurriera, ya me veía otra vez en
cualquier colegio de monjas, no molestaba mucho, siempre estaba con un libro
entre manos y agarrada al brasero de la mesa camilla, en Madrid en invierno
hace un frío tremendo, nunca he tiritado tanto ni siquiera en los inviernos
parisinos que me toco vivir durante casi 30 años.
Mama siguió viviendo sus amores como podía, la familia de Ángel la había acogido
con todo cariño y decidió que iba siendo hora de yo les conociese, una noche me
dijo que nos invitaban a cenar, vivían cerca de casa, enfrente del Retiro, la
casa era muy grande y destartalada, eran una familia numerosa, llamamos, Inés
la madre de Ángel salió a recibirnos con todos los hermanos de su hijo, algunos
primos y una niña de mi edad, yo me quedé horrorizada, no podía hablar, mama me
miraba inquieta y achacaba mi actitud al hecho de mi timidez, pero no era eso, lo
que pasaba es que en cada habitación, incluido el recibidor, había grandes
cuadros de José Antonio, eran los mismos que se veían en todos los edificios
oficiales, era obligatorio colgarlos, toda la casa estaba decorada con esos
esperpentos, yo no pude probar bocado delante del rostro del “mártir” que parecía
mirarme con guasa, no quieres caldo, pues taza y media.
Por fin terminó la cena y volvimos mama y yo andando hacia casa, nada mas salir del portal
empecé a gritar a mi madre, casi con un ataque de nervios, preguntándole porque
me había llevado allí y que hacia ella en casa de una familia de fascistas.
Como ya he dicho desconocía el parentesco del novio de mi madre con José
Antonio, mama me explicó que eran primos, la madre de Ángel estuvo casada con
el hermano de la madre del fundador de la falange, así que Ángel era hermano de
los Sáenz de Heredia, entre ellos el cineasta que hacia películas a la gloria
de Franco y ensalzaba la mala raza
española, entre unos y otros había una gran diferencia de edad, Inés conoció
muy joven al padre de sus hijos y cuando pudieron casarse al quedar este viudo
ya tenia un montón de hijos nacidos fuera del matrimonio, pero que se
convirtieron en legales con el casorio,
el hombre estaba arruinado, la familia de su primera mujer nunca quiso
tener tratos con aquellos Sáenz de Heredia.
La historia del exceso de cuadres de aquella casa se debía a que un
pariente pobre, no se si un hermano de Inés, era pintor y le dieron la
exclusiva de los cuadros que distribuía por toda la geografía española, para
ganarse los garbanzos del cocido.
A1quella explicación calmó mis nervios, después también Ángel me contó la
historia y me dijo que su único trato con su primo fue cuando en vida de su
padre le llevaban a casa de sus primos a jugar, decía que el futuro fundador
del partido fascista era antipático y mandón, puede que fuese verdad o tal vez
lo dijera para contentarme, en todo caso el esfuerzo de aplacar mi ira me
alegró. Todo estuvo apunto de irse a pique cuando le vi un día llegar a casa
con Mein Kampf, el panfleto de Hitler, bajo el brazo, para calmarme me dijo que
lo había encontrado en una librería de viejo y que era mejor conocer lo que decían
nuestros enemigos, no hablamos mas del asunto pero aquello me hizo muy mala
impresión.
Llegue a ser muy amiga de Maite, la niña de mi edad, sobrina de Inés íbamos
al cine y paseábamos por Madrid, los domingos comíamos juntos en casa de Ángel
toda la familia, sus hermanos, tenia dos, con uno de ellos Ricardo tuvimos
siempre relación, ya iré hablando de él, a pesar de que no pude verlos durante
años nunca los he olvidado, ya iré contando algunas historias de esa familia
tan típica madrileña, lo cierto es que nunca les oí hablar de política, no pude
tacarles de fascistas, quizás no lo eran, Maite y yo fuimos buenas amigas,
siempre tuve noticias suyas gracias a mi madre, vino a verme alguna vez a
Paris, era azafata y me contó que hacia la línea de Cuba se rió de los cubanos
contándome que no comían carne, pero que los dirigentes que subían al avión lo
primero que pedían era un filete, ella según me dijo burlona les contestaba que
fueran a pedírselo a Fidel, no quise discutir con ella pero no quise volver a
verla mas.
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