martes, 6 de enero de 2009

HISTORIAS EN CASTELLÓN

Primos en Castellón, Quique, Juan Manuel, Francis Maria Luisa y yo

LOS ÚLTIMOS TIEMPOS EN CASTELLÓN
Cuando ingresó mi madre en el sanatorio nosotros nos quedamos al cuidado de mi abuela Irene, la Tata, ella se ocupaba sobre todo de mi hermano Quique al que tanto quería, de mi nadie se ocupaba y mi hermano pequeño tenia su niñera, no debía ser muy eficaz, recuerdo siempre a mi hermano corriendo entre las avenidas de flores con el culito lleno de caca.
Con mi abuela nunca tuve mucha relación, las cosas que decía sobre los esclavos que tuvo en Cuba o en Filipinas, sus insultos continuos a nuestras criadas me incomodaban, su eterno insulto de que eran de otro Adán y de otra Eva no podía soportarlo, a veces vi. horrorizada como al pasar al lado de una sirvienta que de rodillas lavaba el suelo daba una patada al cubo y le decía a gritos que recogiera el agua, nuestra empleada no se atrevía a protestar, los insultos y malos tratos eran parte de lo que debían aguantar de los que ganaron la guerra.
Estando aun en Valencia me cantaba un vals en el que se decía hablando de la revolución soviética “allí quien que asesina es un señor, Lenin y Trosky conseguirán vestirnos del mismo traje, tan elegante, que llevó Adán”eran las cancioncillas que se cantaban en los saraos burgueses. Yo era una niña mas bien pequeña y no conocía de nada a los personajes de los que se burlaba mi abuela pero debido a la antipatía que me inspiraba deduje que Lenin y Trosky debían ser unos tíos estupendos, sigo pensándolo.
Irene cuando había tormenta se paseaba con una campanita rezando a Santa Bárbara para pedirle que nos librara de la cólera divina, en la finca había cuatro pararrayos que seguro que eran más eficaces que sus rezos, alguna vez recibían alguna descarga y toda la casa temblaba
que era un contento, también rezaba a San Antonio cuando perdía algo y todos los días a San Pascual Bailón para pedirle que la avisara a lo hora de su muerte, cuando vio que esa hora se acercaba empezó, muerta de miedo, a rezar para que no se lo anunciase, a mi todos estos rezos me parecían ridículos, no se de donde saque esa idea pero así fue siempre.
Los mejores recuerdos que tengo de mi abuela es cuando me quitaba los piojos con la peineta, me sentaba en el cuarto de baño y con gran paciencia los cazaba en mi abundante y enmarañada cabellera, siempre recuerdo el crujidito y la cara de satisfacción que poníamos al aplastar alguno, sadismo puro, todo era inútil, siempre quedaba alguna liendre para comenzar el ciclo.
Por aquellos años, antes del DDT, íbamos todos cubiertos de piojos, los del cuerpo eran blancos, yo no tenia pero los podía ver en la ropa de algunas sirvientas que se secaba sobre el romero, esta planta debía acabar con ellos. Las chinches, que se quemaban con la llama de las velas, se escondían en el somier de las camas, las pulgas acompañaban nuestras noches y el cazarlas era todo un arte, también las moscas y mosquitos volteaban, cuando se entraba en algunas casas nos acogía un zumbido muy parecido al de los modernos ventiladores, era producido por las alas de las moscas que estaban pegadas a un papel que colgaba del techo, era el método mas natural de acabar con ellas.
Al atardecer las arañas tendían sus telas para ver de cobrarse alguna presa, lo que pasaba es que muchas acababan sobre mi cara cuando iba en bicicleta por el jardín, el pensar en aquellas arañas enormes en medio de su tela esperándome es aun hoy día una pesadilla de la que no he salido. Esto me llevó a un acto del que aun hoy día me avergüenzo, estando de vacaciones en Rancon, Francia vi una arañota que corría entre las piedras del patio de la casa, paralizada de espanto le dije a mi hijo Jerónimo que apenas tenia dos años que la matara, el lo hizo sin ningún miedo y con su sonrisa angelical, aquello me mostró que el amor materno tiene sus límites, lo confieso, hice mal, pero se trata de un caso de miedo reverencial, ya le pedí disculpas a mi hijo, de mayorcito, el cretino se rió del miedo de su madre.
Siguiendo con mis recuerdos del jardín de Castellón que pronto perderé, contare lo que nos divertíamos en la vía del tren, poníamos monedas en las carriles y después de que fueran aplastadas las guardábamos para jugar, otras veces nos poníamos en medio de las vías para ver quien esperaría mas tiempo ante el tren que se venia encima, era muy emocionante, yo no creo que participara pero solo ver a los chicos, eso era cosa de hombres, desafiando impávidos a la bestia humana que se acercaba rugiendo, era un contento.
Algunas veces acechábamos a la gente que tiraba los paquetes de comida desde las ventanillas del tren, abajo había otros que esperaban para recogerlas y así escapar al control de abastos que se efectuaba en la estación. Para poder malvivir se hacia lo que se podía en aquella época, en uno de los viajes que hice de Castellón a Valencia en tercera tuvimos la sorpresa de que entrara un señor con una cabra en el compartimiento, nos suplico que la metiésemos debajo de los asientos para escapar al control de billetes, así lo hicimos y nos pusimos todos a cantar y gritar para que no se oyeran sus vagidos, todo fue bien, llegamos a la estación y el campesino se marcho encantado con su cabra.
Por aquellos tiempos, después de que mi madre se fuera, un buen recuerdo es la estancia de tío Guillermo con nosotros, era el hermano favorito de mi padre, quizás al único al que tuvo cierto cariño, un día apareció por allí, después de ser salvado del pelotón por su hermano y como siendo rojo nadie quería saber nada de él, se fue a Elda, donde la familia de Irene tuvo tierras, allí conocía gente y pudo hacerse jugador de Fútbol, fue muy bueno y a su paso por el equipo el Elda subió a primera división, se convirtió casi en un héroe del pueblo. La mala suerte le perseguía, se rompió el tobillo y así acabo su carrera de futbolista.
En aquellos tiempos el fútbol no daba fortunas como ahora, por esto tuvo que pedir cobijo a mi padre, se hizo una caja eléctrica con la cual nos explicó que su fractura se curaría, todos los días pasaba horas con el pie metido en la caja, ese tiempo lo dedicaba a contarme sus bonitas historias de Albacete, del gilipollas de su hermano que le salvo y de cómo las mujeres se le rifaban, Marty mandaba en Albacete y el era su guía español, eso era lo que contaba y yo sigo creyendo que así fue.
Como no tenia un céntimo mi tío tuvo la luminosa idea de ponerse de acuerdo con una de nuestras empleadas del hogar para vender patatas y otras hortalizas de nuestra huerta, la cosa no le salio muy bien. Uno de mis mejores recuerdos es cuando me llevaba bajo la enorme lámpara de cristal tallado que adornaba el salón que nadie usaba, allí me preguntaba que cuanto le darían si la vendía, era una obra de arte, hoy día no vale nada pero en aquella época hubiera sacado sus buenos dineros, así se lo dije y encantado de mi alegre complicidad me dijo que contaba con mi ayuda para desmontarla.
No pudimos poner en practica aquel proyecto que tanto me gustaba, imaginaba la cara de mi padre al volver de alguno de sus viajes y ver que la araña de cristal había desaparecido por obra de magia, pudo hacerse. Lo de las hortalizas llego a los oídos de mi padre y le significó que ya había vivido bastante de gorra y que era ya tiempo de buscarse la vida, así lo hizo, volvió a Elda y termino siendo practicante y analista reputado, lo encontré en Alicante y siempre tuve gran simpatía por él y creo que también el me quería.
No puedo dejar de recordar lo importante que fue para mi el montar en bicicleta, aprendí a manejarla en la pista de tenis de la finca, nunca se uso, mis padres la arreglaron e invitaron a algunos conocidos del club de tenis que nunca vinieron así que la pude utilizar para mis hazañas ciclistas, incluso aprendí a tirarme en marcha, eso me enseño a caer sin riesgo, es un reflejo que aun conservo.
Todos los niños de la vecindad tenían bicis así que podíamos pasear por las carreteras y dedicarnos al hurto de frutas y otras diabluras. También la utilizaba para ir cada semana a la estación para comprar los tebeos semanales después de dar la lata a todo el mundo pidiendo unas monedas que acababan dándome por no oírme. Para mi la bicicleta fue un símbolo de libertad, por eso su pérdida fue una pequeña tragedia, un día desapareció y hasta casi 60 años mas tarde no supe el porque, en el próximo capitulo contare como sucedió este hecho que tuvo mucha importancia para mi, pero no mas de lo que motivo su perdida y que forma parte de la tragedia familiar.

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