lunes, 24 de septiembre de 2007

EL RAPTO DEL VICECONSUL DE MILAN



 

Publicado el 27 diciembre, 2012Polémica

Antonio TÉLLEZ

Antonio Téllez Solà
En la noche del 29 al 30 de junio de 1962 estallaron en Barcelona tres bombas: una en las proximidades de un local de la Falange Española, sito en la Plaza Femando Lesseps; otra en el Colegio Mayor Monterols –perteneciente al Opus Dei–; la tercera en el Instituto Nacional de Previsión. Ninguna produjo víctimas y los daños materiales fueron de escasa importancia.
El 19 de septiembre de 1962 fueron detenidos tres jóvenes libertarios acusados de ser los autores de dichos atentados: Jorge Conill Valls, estudiante de química en la Universidad de la Ciudad Condal; Marcelino Jiménez Cubas y Antonio Mur Peirón, ambos obreros.
El día 22 de septiembre los tres jóvenes fueron juzgados por un Consejo de Guerra (causa sumarísima 7l-IV-62) y condenados a las siguientes penas: Jorge Conill a 30 años de reclusión, Marcelino Jiménez a 25 y Antonio Mur a 18. El Capitán general de Cataluña se negó a aprobar la sentencia por considerar que los procesados merecían la pena de muerte y rechazó el fallo del Tribunal Militar, con lo cual debería efectuarse otro proceso. Era muy probable, pues, dado que existían precedentes, que a los tres militantes de la FIJL (Federación Ibérica de Juventudes Libertarias) se les aplicara la pena capital y fueran ejecutados con toda rapidez.
El Gruppo Giovanile Libertario de Milán, para intentar salvar la vida de Jorge Conill y de sus compañeros, planeó el secuestro del conde de Altea, Cónsul general de España en Milán.
El grupo estaba compuesto por Amadeo Bertolo, estudiante de 21 años de edad, el cual había conocido y trabado amistad con los tres procesados en un viaje que hizo a España aquel mismo año para introducir propaganda antifranquista; Luigo Gerli, de 22 años; Gianfranco Pedron, de 21 años y Aimone Fomaciari de 22. Con este grupo anarquista colaboraron cuatro socialistas de «izquierda» o «revolucionaria», como entonces se definía, poco más o menos, lo que más tarde se calificó de «oposición extraparlamentaria»: Alherto Tomiolo, Vittorio De Tassis, Giorgio Bertani y Gianbattista Novello-Paglianti.
Amadeo Bertolo explicó más tarde1 que esta heterogeneidad ideológica fue motivada porque cuatro personas eran insuficientes para efectuar con éxito el proyecto y no pudieron recabar la ayuda de otros jóvenes libertarios; por otra parte, y esta fue la razón más importante, necesitaban un chofer y ninguno de los cuatro sabía conducir.
Cuando ya estaban listos para pasar a la acción se enteraron de que el cónsul, el conde de Altea, se encontraba de vacaciones en España; puesto que era urgentísimo intentar algo en favor de sus compañeros españoles, no quisieron modificar el plan inicial y se resignaron a utilizar como rehén al vicecónsul honorario Isu Elías, de 55 años de edad, de origen polaco, que era quien asumía interinamente el cargo en ausencia de su titular.
Alberto Tomiolo se encargó de alquilar en Verona, por 31.000 liras, un automóvil Giulietta de color blanco, en el que se limitaron a sustituir la matrícula original, VR 71538, por otra. La auténtica sería montada de nuevo al devolver el vehículo.
Decidieron efectuar el secuestro el jueves 27 de septiembre de 1962 pero debido a circunstancias fortuitas, el coche llegó al lugar de la cita con media hora de retraso, con lo cual, cuando se presentaron en el número 6 de la Via Ariberti encontraron el consulado cerrado. Entonces se les ocurrió una idea: aquella misma tarde llamaron a lsu Elías de parte del vicealcalde de Milán, el democristiano Luigi Meda, diciéndole que éste quería hablar con él y que con tal motivo lo invitaba para el día siguiente a un almuerzo de trabajo en el restaurante La Giarrettiera; para facilitarle el desplazamiento, su secretario iría a buscarlo con un coche.
El viernes 28 de septiembre, a eso de las 12,15 horas, se presentó el secretario del onorévole Luigi Meda (en la persona de Vittorio De Tassis) y juntos se dirigieron al vehículo que había estacionado en Via Ariberti, donde esperaba Alberto Tomiolo vestido de uniforme, con el motor en marcha, éste descendió para abrir las portezuelas; Isu Elías se sentó en el asiento posterior mientras De Tassis se instalaba delante, al lado del chofer. En aquel instante Gianfranco Pedron y Amedeo Bertolo penetraron en el automóvil sentándose a ambos lados del vicecónsul para disuadirle con sendas pistolas de intentar la menor resistencia.
Isu Elías, en el posterior proceso judicial contra los secuestradores, declaró que el coche arrancó velozmente, conducido de una manera insensata, que no estrellaron contra un tranvía por los pelos, que el conductor se equivocó varias veces de camino y que no respetaba los semáforos…
Cuando llegaron a la salida de Milán, a Isu Elías le colocaron unas gafas de sol, tapadas con esparadrapo y almohadillas de gasa y algodón en la parte interior para impedirle toda visibilidad.
Gianfranco Pedron había alquilado, hacía bastante tiempo, una destartalada y aislada casucha –más bien un establo– cerca de Cugliate Fabiasco, aldea de 178 habitantes a unos 50 km. al norte de Milán y a 5 km de la frontera suiza, donde él y sus amigos solían pasar los fines de semana. Allí se dirigieron dando un rodeo para despistar a su prisionero. El Vicecónsul tenía mucho miedo y, durante el trayecto, sus acompañantes hicieron todo lo que pudieron para tranquilizarlo. Le explicaron que su proyecto era retenerlo como rehén para intentar salvar de la pena de muerte a tres compañeros que habían sido detenidos en España y corrían el peligro de ser ejecutados, y que a él en ningún caso no le harían el menor daño.
En la casucha de Cugliate Fabiasco dejaron el vicecónsul bajo la vigilancia de Vittorio De Tassis
El sábado por la mañana comunicaron por teléfono al vespertino milanés Stasera (de tendencia comunista) que habían secuestrado al vicecónsul honorario de España en Milán y el porqué del acto. Amedeo Bertolo viajó inmediatamente a París para enviar desde allí una serie de comunicados a las agencias de prensa en los cuales se precisaba que el vicecónsul secuestrado serviría de rehén para obtener la liberación en España de Jorge Conill y sus compañeros detenidos por delitos políticos.
El secuestro tuvo considerable eco tanto en los periódicos de España como en los de Europa y América
Estaba previsto que el vicecónsul fuera entregado a un grupo de jóvenes libertarios españoles para que éstos lo liberaran en Ginebra, en la sede de la Liga de los Derechos Humanos, y al mismo tiempo se aprovecharía la ocasión para hacer una condena verbal del régimen franquista, con lo cual se daría todavía más publicidad y, por consiguiente, efectividad a la acción emprendida.
El lunes primero de octubre por la tarde, la esposa del vicecónsul recibió por correo unas líneas de puño y letra del secuestrado. La carta express estaba matasellada en el aeropuerto parisino de Orly el día 29 a las 14,30 horas. La misiva decía:
Carissima Diddy, sto bene e vi prego di stare tranquilli. Bacion y tanto alla mamma, alla Mucci e a tutti gli altri. A te tutto l’amore del tun Isu.
Estas líneas iban acompañadas de una carta de los secuestradores, escrita con letras de imprenta:
Secuestramos al vicecónsul de España en Milán para tratar de impedir la ejecución de tres jóvenes antifascistas juzgados en Barcelona. El doctor Elías no corre ningún peligro. Garantizamos que quedará en libertad cuando, gracias a la noticia de su secuestro, hayamos hecho saber al mundo el triste destino de nuestros tres compañeros en Barcelona, ¡Viva España Libre!
Una carta idéntica fue enviada al vespertino milanés Stasera.
La idea de liberar al vicecónsul en Ginebra tuvo que ser abandonada rápidamente pues surgieron peligrosos imponderables, Alfredo Tomiolo, que había colaborado como chofer en el secuestro y que no tenía otra misión que la de permanecer en su casa quietecito, se atemorizó y contó su zozobra a un abogado, quien le aconsejó que se pusiera en contacto con periodistas de izquierda (más o menos comunistas), ya que era muy peligroso dejar el desenlace del caso en manos exclusivas de anarquistas. Tomiolo se puso en contacto con periodistas de Stasera, pero la voz se corrió entre colegas, y hasta la policía se enteró de pormenores que ponían en peligro toda la operación.
Cuando los jóvenes libertarios supieron lo que se estaba tramando a sus espaldas decidieron liberar al vicecónsul inmediatamente.
El primero de octubre por la tarde Alonso Gama, primer secretario de la Embajada de España en Roma, que había sido designado para ocupar interinamente el puesto vacante de Isu Elías, convocó una conferencia de prensa en la sede de via Ariberti.
Los periodistas pensaron que se daría alguna noticia interesante y oficial sobre el secuestro, pero se quedaron con las ganas. Alonso Gama declaró de entrada que, «para evitar cualquier malentendido», él estaba al servicio de la prensa, pero «solamente para cuestiones relacionadas con el consulado». Un periodista le preguntó:
—¿Y el hecho que desde hace tres días excita la curiosidad del público y obliga a los servicios policiales a una gran actividad y agotador servicio de urgencia?
—Yo he venido a Roma —contestó alonso Gama— y no sé absolutamente nada, En cualquier caso, el secuestro no puede tener ningún efecto; aunque secuestraran a todos los diplomáticos no influirían en lo más mínimo en la conducta del gobierno español.
El diálogo prosiguió durante unos minutos y el diplomático, que tenía muchas cosas que hacer, despidió a los periodistas con un apresurado saludo.
Amedeo Bertolo, después de advertir a Vittorio, acompañado de Nozzoli, un periodista del diario Il Giorno, se dirigió el 2 de octubre, en hora temprana, a Cugliate Fabiasco para confiarle al vicecónsul. Pero cuando los dos hombres llegaron a la casucha el pájaro había volado poco antes y la jaula estaba vacía. Un periodista del semanario ABC, Nino Puleiro, había recibido el soplo mediante una llamada telefónica anónima y se había presentado en el lugar hacia la 1,30 de la madrugada.
Vittorio De Tassis pensó que se trataba de un periodista de Il Giorno, le entregó al prisionero y se esfumó.
Nino Puleio acompañó al vicecónsul hasta la redacción de ABC. Eran las 2,30 horas de la mañana cuando el director de la revista, Gaetano Baldacci, confiaba el liberado al jefe de la Brigada Móvil, quien había acudido a su llamamiento.
Bertolo regresó inmediatamente a Milán para advertir a sus amigos de que todos corrían inminente peligro y que debían ponerse a salvo.
Tan inminente era el peligro que los poliziotti llegaron a la casucha tres horas después de la liberación del vicecónsul y si no llegaron antes fue porque se desorientaron en los bosques próximos al lugar.
Así, pues, Isu Elías, cónsul honorario de España en Milán había permanecido secuestrado cuatro días escasos.
La víspera, o sea el primero de octubre, los jóvenes libertarios habían mandado un comunicado a la agencia ANSA que decía:
Comunicado de la FIJL (Federación Internacional de Juventudes Libertarias)
Los jóvenes del mundo libre no pueden ignorar los crímenes que comete el gobierno franquista contra la libertad y la vida de los desgraciados españoles. El secuestro fue organizado para llamar la atención de la opinión mundial acerca la triste suerte de los tres jóvenes libertarios condenados en Barcelona. Queremos suscitar un sentido de solidaridad moral y material de las personas honestas y democráticas del mundo entero hacia el pueblo español. Devolvemos el vicecónsul como prometimos para demostrar que nuestros métodos no son como los que emplea Franco y su policía falangista.
Milán 1 de octubre
Al día siguiente de la puesta en libertad de lsu Elías ya fue detenido Giangranco Pedrón en Ceno Maggiore, cerca de Milán. Era hijo de un artesano y seguía estudios agrarios en la Universidad de Milán; pertenecía a las Juventudes Internacionalistas Libertarias. La policía encontró su pista en las declaraciones de la propietaria de la casa alquilada. A continuación fueron cayendo todos los demás: Alberto Tomiolo, Luigi Gerli, Vittorio De Tassís, hijo del presidente de la Cámara de Comercio de Trento, y también los periodistas Aldo Nobile y Giampiero Dell Aqua, así como Nino Vaccari, los tres del periódico Stasera. Al único que no pudieron echar el guante fue a Amedeo Bertolo que se había refugiado primero en Génova, luego cerca de Novara y finalmente en París.
El automóvil utilizado en el secuestro fue localizado en el garaje de Verona
El día 4 de octubre, al alba, un violento incendio destruyó la casucha donde estuvo secuestrado el vicecónsul, sólo los muros exteriores quedaron en pie. La investigación concluyó en que el incendio había sido accidental, debido probablemente a una colilla mal apagada arrojada por alguna de las numerosas personas que visitaron el lugar, y favorecido por la paja allí depositada y la estructura de madera.
Nuevo juicio
Jorge Conill, Marcelino Jiménez y Antonio Mur fueron juzgados en Madrid, por segunda vez, el 5 de octubre de 1962 por el Consejo Supremo de Justicia Militar. El fiscal, coronel Rafael Díaz Llanos, solicitó la pena capital para el primero y cadena perpetua para los otros dos, pero el Tribunal confirmó la anterior sentencia fallada el 22 de septiembre. Sin embargo, la prestigiosa agencia norteamericana de noticias Associated Press (AP) divulgó erróneamente que Jorge Conill había sido condenado a la pena capital.
La falsa noticia fue recogida por todos los medios de información, y ante la presunta condena a muerte de Jorge Conill, al día siguiente se celebró en Milán una clamorosa manifestación antifranquista, que tuvo como punto de concentración el consulado general de España, sito en la via Ariherti, a unos centenares de metros de la Piazza di Duomo.
El 8 de octubre el cardenal Giovanni Dattista Montini, arzobispo de Milán (que el 21 de junio de 1963 sucedió en el Vaticano al papa Juan XXIII con el nombre de Paulo VI) envió un mensaje al general Franco pidiendo clemencia para Jorge Conill, Marcelino Jiménez y Antonio Mur. He aquí el texto:
En nombre de estudiantes católicos milaneses y mío personal, ruego a vuestra excelencia usar la clemencia con los estudiantes y trabajadores condenados, a fin de que puedan ser salvadas vidas humanas y quede claro que el orden público en un país católico puede ser defendido de manera diferente que en países sin fe y sin costumbres cristianas.
El martes 13 de noviembre de 1962 se inició en Varese (Lombardía) el proceso contra los implicados en el secuestro del vicecónsul de España en Milán, Isu Elías.
Amedeo Bertolo había declarado en París que se presentaría por su propia voluntad al juicio para compartir responsabilidades con sus compañeros. Aunque el Palacio de Justicia estaba estrechamente vigilado por los carabinieri el fugitivo consiguió llegar hasta la misma Sala de la audiencia haciéndose pasar por el ayudante del abogado. Cuando se identificó ante el Tribunal se armó un escándalo mayúsculo.
Como era de esperar, el juicio se convirtió en un monumental acto de protesta y de propaganda antifranquista. Como ya había ocurrido en el proceso de Génova el 13 de noviembre de 1950 contra los italianos Gaspare Mancuso, Gaetano Busico y Eugenio de Lucchi, autores del atentado contra el consulado de España en Génova el 8 de noviembre de 1949.2
El 21 de noviembre se vio la última audiencia contra los autores directos del secuestro y de otros siete cómplices que desarrollaron misiones de enlace y apoyo.3
El jurado estuvo deliberando dos horas y diez minutos. Las penas dictadas fueron siete meses de cárcel para De Tassis, Bertolo, Pedron, Gerli y Tomiolo. Cuatro meses y uno de arresto para Fornaciari. Por tenencia de armas, De Tassis sufrió un recargo de un mes de arresto, y Bertolo, Pedron y Tomiolo, de veinte días; Bertani y Novelli-Paglianti fueron condenados a cinco meses, con un mes de arresto al primero por tenencia de armas.
Sartori fue condenado a cinco meses y los periodistas Nobile y Dell’Aqua a cuatro meses. Vizenzo Vaccari fue absuelto.
Por otra parte, el Tribunal ordenó para todos la suspensión total de la condena, la no inscripción de los condenados en ficheros judiciales y la liberación inmediata de todos los detenidos.
Por segunda vez en un proceso en Italia por motivos políticos4 figuraba en la sentencia el atenuante de haber obrado por razones de particular valor moral y social.
Amedeo Bertolo declaró después del proceso:
Sólo permanecí en la cárcel el tiempo justo del proceso. Mereció la pena lo que hicimos porque salvamos la vida de un compañero –aunque él haya declarado luego que le salvó el Papa– y demostramos que, a pesar de todos los fallos, con un poco de entusiasmo, se pueden lograr resultados importantes, Sin grandes medios como los que ahora se utilizan.
Con relación a los medios de que dispusieron para efectuar el secuestro, Bertolo dijo que en toda la operación gastaron 80.000 liras (unas 8.000 pesetas en la época), la mayor parte en el alquiler del coche. Nuestra penuria era tal –puntualizó–, que los días que duró el secuestro tuvimos que hacer recolecta entre los amigos para que el rehén y su vigilante pudieran comer.5
Jorge Conill fue bastante ingrato con los compañeros que tanto esfuerzo habían hecho para salvarle la vida. Durante su estancia en la cárcel se pasó al comunismo6 y cuando salió en libertad fue nombrado secretario político del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). Cuando murió el papa Paulo VI (cardenal Montini) Conill hizo declaraciones que no tenían nada que ver con la realidad, se atribuyó acciones en las cuales no había participado y que incluso ignoraba, y afirmó que fue el papa quien le salvó la vida. Como ya hemos dicho, el mensaje del Papa pidiendo clemencia fue cursado el 8 de octubre –con anterioridad se había negado a hacerlo– y el Consejo Supremo de Justicia Militar había desechado la petición fiscal de la pena de muerte y confirmado la de cadena perpetua el 5 de octubre, es decir tres días antes de la intervención papal.

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