A poco
de nuestra instalación en Barcelona mi padre recibió una invitación para la
inauguración del hotel del Golf en Puigcerda, ponían a la disposición de toda
la familia, es decir de mi padre y sus hijos, un fin de semana gratuito para
descubrir los encantos del golf, que entonces no era tan popular como ahora.
Allí fuimos e intentamos todos jugar al golf, yo lo encontré aburridísimo y al
parecer mi padre también, La Molina, la estación de esquí mas cercana de Barcelona
estaba solamente a unos kilómetros y tuve la buena idea de convencer a mi padre
de que dejáramos el golf e intentáramos la nieve, me hizo caso y nos instalamos
en un hotelito de la estación de montaña, mi padre pago un instructor para él y
para nosotros, no tardo mucho en dominar el deporte y al parecer la velocidad
de las bajadas le fascinaba, a mi no, algo aprendí y alguna vez que otra subí a
la Molina mas bien obligada, la nieve me incomodaba y mis hermanos tampoco le
tomaron afición, así que el único que perseveró en ese deporte fue mi padre, se
marchaba solo a esquiar y nos dejaba en Barcelona durante los fines de semana
lo cual nos daba libertad para nosotros y él podía compartir la blanca nieve
con sus amantes de turno, todos contentos.
Aquella
noche volvíamos de la Molina camino de Barcelona, al acercarnos a casa una
angustia enorme empezó a oprimir mi corazón, no deseaba llegar, hubiera querido
que el viaje se prolongara indefinidamente, pero llegamos, y nada mas abrir la
puerta sonó el teléfono, era mi madre que llamaba para darme la noticia, su
padre había muerto y el entierro se relazaría en dos días. Me puse a llorar y a
gritar, se lo dije a mi padre y le dije que por su culpa no podría enterrar a
mi abuelo, no dijo nada, quizás se quedo sin habla o mis gritos le impedían
hablar, cuando me calme un poco me dijo que hiciera mi maleta ya que al día
siguiente saldría para Madrid, no podía ni creérmelo, pero así fue, supongo que
pensó que no era conveniente que los compañeros de Hacienda de mi abuelo vieran
que impedía a su hija enterrar a su abuelo y consolar a su madre, a si fue como
por unos días volví a Madrid para una breve estancia.
Mi
abuelo murió de la tuberculosis que contrajo durante su estancia en la parisina
prisión de la Sante, donde estuvo prisionero del régimen colaboracionista
francés esperando ser deportado a España pera ser fusilado, como pasó con
Companys, ya conté como pudo escapar, de lo que no se libró fue de la
enfermedad que le persiguió todo el resto de su existencia, hasta el final fue
una victima del fascismo, como tantos otros. Su estancia en Cambo-le Bains
había mejorado su salud y a su regreso del exilio pudo ocupar el puesto que le
correspondía en Hacienda, primero le mandaron a Cádiz y mas tarde pidió volver
a Madrid donde vivió con mi madre hasta su ultima hora. Como fue un Don Juan
hasta el final de su vida terminó haciendo las paces con la mujer que amaba y
que vivía en Francia, por ella decidió volver a su país, lo que podía
asimilarse a un suicidio, por ella pidió a mi madre que le sacara el pasaporte
para ir a verla con el consiguiente susto de la pobre Milagros, por fin
hicieron las paces y la joven vino a verle durante un verano, como buen
caballero español mi abuelo la acompaño en un largo viaje por las costas y
playas españolas, aquello debió agotarle ya que a partir de entonces su
enfermedad se agudizo y no tardó en morir.
Llegue
a Madrid justo para el entierro, a el asistimos mi madre y yo vestidas de
negro, Hacienda había pagado los funerales en la iglesia de los Jerónimos,
funerales católicos, no podía ser de otra manera, allí, al lado del féretro mi
madre y yo recibimos el pésame de todos los amigos y compañeros de trabajo de
mi abuelo, mi tía Toya y su madre, la viuda, también estaban pero nadie las
hizo caso, todos sabían que la odiosa esposa de mi abuelo estaba separada de
él, quizás conocían el comportamiento que tuvo con su hija y que si yo no podía
vivir con mi madre se lo debíamos a ella, naturalmente ni la miramos.
Volvimos
a Lista 59, allí estuve aun unos días, mi madre me contó que mi abuelo había
muerto con ella y con su hija Toya a su lado, no recuerdo que Miguel Ángel
estuviera allí, cuando ya entraba en agonía sonó el timbre de la puerta, mama
abrió, un hombre de negro, el cura de la parroquia quiso entrar y pidió ver al
que se moría, venia a confesarle y darle le extremaunción, para que el rojo que
era muriese en el seno de la Iglesia, mi madre se negó a dejarle entrar, no
tuvo mas remedio que marcharse después de haber insultado a mi madre y cubriéndola
de amenazas, a Milagros no le importó, nadie tenia porque venir a robar el alma
de su padre.
Yo tuve
que volver a Barcelona, pero antes me enteré de las nefastas consecuencias que
tuvo para mi madre la negativa de rendirse al hombre de faldas negras, el cura
hizo firmar a todos los vecinos que mi madre era una persona non grata y que
debía dejar inmediatamente el piso que ocupaba, todos firmaron, los vecinos que
siempre habían sido amigos de la ahora réproba se rindieron al dictamen de la
Iglesia, Isabel, la viuda de Antona seguramente firmó también ya que la amistad
entre mi madre y ella acabó allí, años mas tarde Isabel se instaló en Paris de
vuelta de Brasil donde estuvieron ella y Adolfo, su marido, él vino a verme a mi casa,
a ella nunca la volvimos a ver.
También
sucedió algo curioso que asustó sin razón a mi madre pero que encuentro muy
significativo, pera contarlo debo hablar de Loliña la de los mil maridos, esta
señora venia para hacer faenas y ayudar a mi madre durante la agonia de mi
abuelo, al que apreciaba mucho, tomo gran cariño a mi madre y le contaba que si
algún día debía matar a un hombre lo hiciera con unas tijeras, si así lo hacia
seria considerado como legítima defensa.
Cuando mi abuelo fue destinado a Cádiz le dijo que preguntara por ella y si
algo necesitaba fuese de su parte, allí todos la querían. Al volver a Madrid,
mi abuelo contó que efectivamente era conocida en Cádiz y que si tuvo que
marcharse fue porque mató un hombre con
unas tijeras y fue declarada inocente por tratarse de legitima defensa.
Un día,
poco después del entierro de mi abuelo se presentaron tres hombres en el
apartamento de Lista que aun ocupaba mi madre, Loliña les abrió la puerta, le
estrecharon la mano y pidieron ver a Milagros, mama les recibió, venían a darle
el pésame por la muerte de su padre, ella no les conocía, pero le dijeron que
fueron amigos suyos, le preguntaron si necesitaba dinero, si le hacia falta
algo, después le ofrecieron poner una casa de modas a su nombre si lo deseaba,
mama se asustó, no sabia quienes eran ni lo que esperaban de ella, se marcharon
recomendándola que no olvidara su proposición. Cuando Loliña se enteró de la
entrevista le recomendó a mi madre que aceptara la ayuda que le ofrecían, son
masones le dijo y tu padre lo era, vienen para ayudarte, yo les conozco, al
abrirles han hecho el signo masónico y también al darme la mano, mama no los
volvió a ver, tenia miedo, el miedo seguía recorriendo España como una peste
azul.
Esta
historia me ha hecho creer que mi abuelo era masón, seguramente que fueron
ellos, con la ayuda también de Ángel y de algún amigo mas, los que consiguieron
que mi abuelo volviera sin ser perseguido y que fuera reintegrado en Hacienda
con todos sus derechos, nunca hemos sabido si Juan fue masón, me hubiera gustado
que lo fuera, hoy día tengo gente de mi familia que son masones y que se han
dirigido a los archivos de la masonería en Valencia buscando el rastro de mi
abuelo, al parecer los archivos fueron trasladados a México para que no cayeran
en manos de Franco y allí se perdió el rastro, otro misterio mas sin resolver
por culpa del fascismo. Poco conocí a mi abuelo, pero su exilio, su defensa de
la República, su militancia en el PSOE, fue para mi una leyenda y un ejemplo
que debía seguir luchando por sus ideales, su muerte me alejó de él sin que
pudiera realmente conocerle, pero siempre será un héroe para mi.
Mama
debía marcharse lo antes posible, la policía vino a señalarle que estaba
expulsada, cuando yo me marche estaba enseñando a los futuros ocupantes de lo
que durante años fue mi casa, el ático, hacia frío, una pareja de recién
casados visitaba y tenían un frío de muerte, como el que yo pase allí, los dos
se sentaron abrazados y sacaron una botellita de coñac para calentarse, lo
mismo que a veces teníamos que hacer nosotros, esta fue mi última visión de
Lista.
Mi abuelo con sus dos hijas y su yerno |
No hay comentarios:
Publicar un comentario