MIS
HISTORIAS EN BARCELONA
Eskiando en La Molina |
Entre
los recuerdos de mi vida en Barcelona hay algunos de los que quisiera hablar,
son mas bien historias de familia pero que siendo como era un adolescente me
marcaron, quizás una de las lecturas que mas me interesaron fue la de las obras
completas de Dostoievski, una vez inmersa en ese mundo era difícil salir de él,
aun así leía todo lo que pasaba por mi mano, era una lectora infatigable, eso
me llevó a leer algunas obras que no debía haber leído según nuestra santa
madre Iglesia, en España no era fácil leer nada, todo estaba prohibido, lo único
que nos proponían eran los libros de los escritores adictos al régimen y las
vidas edificantes de santos o libros escritos por jesuitas para edificación de
la juventud, tales como “Jeromin” que era un panegírico del personaje, hijo
bastardo de Carlos V, también podíamos leer, con reservas de edad “El Clavo”,
siniestra historia de una mujer casada que mata a su marido clavándole un clavo
en la cabeza, al convertirse su cabeza en una calavera el clavo aparece y la
mujer es castigada como merece toda hija de Eva, así somos para los hombres de
negro, cueles y traidoras, animales peligrosos que hay que mantener sometidas
al varón.
Mis
lecturas me llevaron a ser excomulgada por la Iglesia, veamos como fue, mi
padre con el afán de hacerse bien ver por la sociedad franquista me obligo a
hacer ejercicios espirituales con el Opus Dei, la Obra estaba de moda y debió
pensar que allí me engatusarían como a tantos otros y tener una hija del Opus
le vendría muy bien. Los ejercios espirituales consistían en pasar una semana
encerradas en unos locales del Opus, meditar todo el día y recibir conferencias
continuamente, no me acuerdo de lo que nos contaban, era un tostón y no me interesaba
para nada, a las jóvenes que mas prometían les llamaban a tener conversaciones
privadas con los formadores, a mi no me llamaron, pero llegó el momento de la confesión para la ulterior
comunión, yo como siempre debía estrujarme las meninges para contar algo al
curita, nunca hacia nada malo y a veces pensaba que debía ser estupendo contar
grandes pecados que asombraran al confesor, una vez, obligada como siempre, fui
a confesarme y conté que lo de las historias de la Biblia no me lo creía, eso
de que Sansón tiro abajo todo un templo meneando unas columnas me parecía excesivo
como invención, el cura me explico que en aquella época los templos se hacían
con endebles maderitas y se deshacían fácilmente, cosa que la arqueología a
desmentido, pues bien por fin encontré algo de que confesarme, estaba orgullosa
de tener algo que decir, conté al confesor del opus que había leído casi todos
los libros de Blasco Ibáñez, yo sabia que estaban en el índice, que no se
publicaban. pero encontré ediciones de antes de la guerra en librerías de lance
y me los leí casi todos, aquello fue tremendo el cura puso el grito en el
cielo, me dijo que era un pecado tan horrendo que no podía darme la absolución
y que de facto estaba excomulgada, lo único que podía hacer era ir al
arzobispado de Barcelona, echarme a los pies del arzobispo de turno y pedir que
se me acogiera de nuevo en el seno de la Iglesia, naturalmente no lo hice y en
el transcurso de mi vida he pedido por dos veces a la Iglesia que se me de un
certificado de excomunión, no lo he conseguido, pero el caso es que desde
entonces no pertenezco a esa perniciosa secta que es la ICAR. Al final de los
ejercicios no pude comulgar, mis compañeras debieron pensar que era una gran pecadora
y nunca volví a saber nada ni del OPS ni de sus pompas ni sus obras, la idea de
que ya no era creyente y que no tenia que arrodillarme delante de muñecos de madera
ni ante hombres con faldas fue una de las mayores sensaciones de libertad que
he tenido en mi vida.
Un día
mi tío Paco me dijo que debía darme una noticia, sus hijos iban al colegio y
después venían a nuestro apartamento de paseo de Gracia para esperar que su
padre viniera a buscarlos una vez terminadas sus tareas castrenses. Venia la
pequeña Olga, Maria Clara que era y siguió siendo muy guapa, se parecía a su
madre en todo, los chicos José Luis y Alejandro también venían a esperar a su
padre después del cole o bien a su hermano Francis que se ocupaba de ellos como
podía, yo estaba allí con ellos cuando no tenia otras tareas, así aprendí a
conocer a aquellos niños separados de su madre como yo.
Lo que
mi tío quería decirme era que su mujer había pedido al Tribunal tutelar de
Menores que le dejaran ver a sus hijos, mi tío accedió a ello, a diferencia de
mi padre, el Tribunal pidió que alguien acompañara a los niños durante la
visita y mi tío me nombró a mi, estuve de acuerdo, como no iba a estarlo, y se
daba la paradoja que a mi que tenia por el Tribunal prohibido ver a mi madre se
me nombraba para acompañar a otra madre incriminada por ese Tribunal. Me puse
en contacto con Maria Luisa y le busque acomodo en la bien conocida pensión 43,
sucursal de todos los réprobos de la familia. Los niños pudieron ver a su
madre, recuerdo que paseábamos todos juntos por la Diagonal, Francis venia a mi
lado y los pequeños seguían a su mama, Maria Luisa nos decía que nos fijáramos
en que todos los hombres la miraban, cosa natural ya que ella los miraba
fijamente, así que ellos continuaban mirándola, preguntándose seguramente de
que la conocían, seguía siendo coquetuela, había venido con unos amigos que
buscaban hacer negocio en Barcelona comprando textiles a bajo precio por mala
calidad para venderlos mas caros en África, quiso que fuéramos los cuatro a
cenar pero yo le dije que una chica de mi edad no podía salir por las noches, así
me los quité de encima.
Fue la
ultima vez que sus hijos y yo vimos a Maria Luisa, estaba en Valencia, no se si
separada ya de su amante judío, su hermano era medico y un día fue a su
consulta, mientras estaba tomándole la tensión se quedo muerta de un fallo cardiaco,
era joven pero seguramente su organismo estaba gastado por tantos partos y
abortos realizados en malas condiciones, creo que tanto ella como su hija
fueron victimas del machismo de la sociedad fascista.
Ya que
he sacado el tema hablaré un poco mas de mi tío Paco, por fin encontró alguien
que se ocupara de los pequeños y ya no venían por casa, Francis era entonces
muy amigo de Quique, mi hermano, así que nos veíamos con frecuencia y venían
con nosotros a la Costa Brava, un día Francis llegó llorando a casa, hacia poco
que estaban instalados en un piso reservado a los militares por Pedralbes y una
noche mi primo oyó un ruido raro en la habitación de su padre se acercó
temiendo que estuviera enfermo y lo encontró con una puta en la cama, le dijo
su disgusto y le recordó que no era un espectáculo para sus hermanos pequeños,
su padre le contestó que no tenia dinero para pagar un hotel y no iba a
desaprovechar la ocasión, Francis desesperado me dijo que temía que el caso se
repitiera, su padre ya estaba alcoholizado y perdía la noción de decencia, le
dije que no se preocupara, yo me ocuparía del caso, dije a Paco que debía
hablar con él, le conté que sabia lo sucedido y que si se repetía le denunciaría
al Tribunal de Menores, tan amado por los dos hermanos, y le quitarían la
guardia de sus hijos, lo hubiera hecho, en aquel tiempo tenia yo bastante mala
leche, fue a raíz de esta historia que me nombró para acompañar a su esposa, debió
quedar admirado de mis sólidos principios morales.
Para
acabar con las historias de mi tío quiero recordar el tiempo en que trabajábamos
juntos en casa revisando cuentas para mi padre, la que trabajaba sobre todo era
yo, tenia entonces cierta agilidad en matemáticas, él se dedicaba a intentar
abusar de la criada en la cocina, cuando le veía ir allí para buscar un vaso de
agua, como decía, ya sabia que tendría que ir a poner freno a sus ataques a la
virtud de nuestras empleadas, por fin renunció a sus viajes a la cocina pero me
enteré que las esperaba a la puerta de casa al terminar su trabajo, lo que
hicieran entonces no era cuenta mía pero lo cierto es que algunas guardaron un
buen recuerdo de él.
Durante
algún tiempo y seguramente cuando había bebido en demasiado se dedicaba a
decirme que su hija se tiró por la ventana de mi habitación porque no soportaba
la idea del adulterio de su madre y que yo, siendo hija de una réproba debia
hacer lo mismo, tome la costumbre de hacerle callar diciéndole que la culpa de
la tragedia era suya, que su santa esposa estaba harta de tanto parir, le
insulte abundantemente y no volvió a empezar, ante los gritos se achicaba
enseguida, una vez le oí hablar con el cuartel, era jefe de día de Barcelona y
llevaba su uniforme y sus medallas, gritaba a sus subordinados como un energúmeno,
casi tanto como yo le gritaba a él, pero el uniforme cambia a la gente. Al
parecer fue diciendo a todo el mundo cuando desaparecí en el exilio que me quería
muchísimo y que no había otra como yo, no se equivocaba. Cuando volví a España
nos vimos con frecuencia y fue muy cariñoso conmigo, con mi marido y con mis
hijos, guardo un buen recuerdo de mi tío el militar, ya le encontraremos en
nuevas aventuras.
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