CLINICA DE LOS
CAMILOS
No se cuanto
tiempo estuve sin conocimiento, lo único que sentía era el dolor y lo único que
oía eran mis gritos, cuando pude darme cuenta de donde estaba me encontré
hospitalizada en la Clínica de los Camilos, donde antes estuvo mi abuela y
donde mi hermano Juan Manuel estuvo hospitalizado cuando tuvo la polio, no
sabia que hacia allí ni cual era la enfermedad que tenia, lo supe bastante
después, estaba desde hacia algún tiempo aun hospitalizada cuando se acerco a
mi cama un joven, seguramente medico debutante, me miro con indiferencia y me
dijo “dime, ¿eres tu la niña con meningitis tuberculosa?” Le mire y sin
inmutarme le conteste, “No, no soy yo, esa enfermedad es mortal y yo no pienso
morirme” el joven puso cara de haber metido la pata y desapareció rápidamente.
Así me entere de
lo que tenia, me habían dicho que mi enfermedad era la sinusitis, que también
genera dolores de cabeza, no pudieron engañarme mucho tiempo, pero no me
importo, como he dicho estaba dispuesta a no morirme y de hecho fui el primer
caso de meningitis tuberculosa que se curo en España, y además sin quedar con
secuelas, os contare como fue la cosa.
Lo primero que
hicieron para intentar curarme fue hacerme punciones lombales, es decir una
inyección entre las vértebras de la mitad de la espalda, era muy doloroso y si
te rozaban un nervio tenias una sacudida de dolor fortísimo, esto me lo
hicieron durante meses, mientras la tragedia de mi familia se desarrollaba a mi
alrededor, siendo yo una de las victimas, el que estuviera a las puertas de la
muerte no sirvió para parar los siniestros propósitos de mi padre apoyado por
mi abuela, su hermana y sus hijas descendientes del noble marques que mostraron
la vileza de una familia.
Al principio de
la enfermedad mi madre y Ángel me acompañaban, venían todos los días y estaban
todo el tiempo que podían, muchas veces Ángel me sostuvo entre sus brazos
mientras me pinchaban, tenia que doblarme por la cintura y no moverme, su ayuda
me tranquilizaba, nunca olvidare su cariño, también recuerdo que empecé a oír
el ruido de un motor, nos quejamos pero la dirección de la clínica aseguro que
no había ninguno, Ángel les dijo que si yo lo oía era porque existía y que lo
buscaran donde sea, teníamos razón, en el sótano había un congelador y era su
motor que me hacia daño, nadie mas que yo podía oírlo, seguramente debido a la
inflamación de mis meninges, lo pararon y pude descansar, desde entonces tengo
una particular sensibilidad a los ruidos de motores. Nunca olvidare las
muestras de cariño de Ángel, y a él nunca lo he olvidado, pero un día
desapareció, no vino mas a visitarme y no volví a verlo mas.
Tuve la suerte,
en medio de mi desgracia de que existía la penicilina, fue descubierta y
utilizada durante la guerra europea y era la única medicina que podía curar de
la terrible tuberculosis, en España aun no estaba comercializada y se compraba
de estraperlo, el médico nos dijo que era lo único que podría salvarme y tanto
mi madre como mi padre la buscaron por todos los medios, Ángel iba a comprarla
a Chicote, bar de moda del centro de Madrid donde se reunía la crema de la
intelectualidad, según cantaba Celia Gamez, allí los nuevos ricos fascistas se
entregaban a toda suerte de tráficos, Ángel consiguió comprar el preciado
medicamento que tanto bien me hacia. Mi padre estaba en La Coruña y allí pudo
también procurarse la medicina a través del contrabando entre España y
Portugal, allí podía comprarse, como los portugueses siempre fueron aliados de
los ingleses estos se la facilitaban, vino alguna vez a Madrid para traer el
medicamento, en uno de esos viajes decidió terminar con la poca felicidad
familiar que aun gozábamos.
Uno de los
momentos de mi vida que nunca he olvidado fue una visita de mi padre a la
clínica, mi abuela estaba allí, se saludaron, yo estaba inquieta, sabia la
historia de mi padre abusando de la hija de mi abuela, pero se hablaban con
educación y se marcharon juntos diciendo que deberían hablarse, yo me quede muy
intranquila, soy un poco telépata y no podía quitarme de la cabeza que algo
malo debía suceder, seguramente la corriente de maldad que se escapaba de
aquellas dos personas me impresionó, debido a aquellos malvados mi vida nunca
fue igual, no fue lo que pudiera haber sido, antes de cumplir los 15 años me
convertí en una persona sola y con un peso sobre mis espaldas que hoy día aun
me acompaña.
Todo cambio otra
vez para mi, me encontré sola, no vi mas a mi madre ni a Ángel y a ninguno de
mis amigos, cuando mama terminaba su trabajo en el taller solía venir a cenar
conmigo a mi habitación, yo le guardaba algo de mi cena, por el gusto de
comerlo juntas, preparaba un plato para cada una y esperaba, espere durante
días su presencia, nunca nadie vino a informarme de lo que había pasado, del
porque no venia, la primera noticia que tuve fue cuando mi padre vino a decirme
que mi madre tenia prohibido venir a verme y que un policía que había puesto a
la puerta de mi habitación le impediría el paso, se marcho sin darme ninguna
explicación, pero el policía estaba allí sentado vigilando, era un policía
privado que mi padre pagaba para impedir a una madre ver a su hija enferma,
como no dejaba que nadie viniera a verme pagó también una enfermera para que me
vigilara y estuviera en la habitación conmigo, los dos, policía y enfermera fueron
de las mejores personas que encontré en mi vida, ya hablare de ellos.
Poco a poco fui
enterándome de lo sucedido, de la persecución que se desencadeno contra mi
madre, sin aun hoy en día no llego a comprender tanta maldad, el fascismo de
unos, las frustraciones de mi abuela, el deseo de mi padre de acabar con su
esposa que nunca le había hecho daño, en la familia siempre se creyó que la
denuncia de mi padre fue debida a que temía que mi madre algún día le reclamase
el dinero de los bienes gananciales, estaban separados pero el divorcio no
existía, todo ese dinero que tanto le importaba no era gran cosa y cuando murió
me entere de que se lo había gastado en putas, pero mi madre debía ir a la
cárcel para que no tuviera derecho a sus cuatro cuartos.
Yo me quede sola,
sin comprender nada, sin ver a nadie y sufriendo de la angustia que me daba la
espera de la inyección que cada día recibía, alguna vez venia los médicos a
verme, tenían compasión de mi y me preguntaban si deseaba algo, si quería comer
algo especial, mi abandono debía ser demasiado patente, recuerdo que dije que
me gustaría comer mantequilla Arias, la mantequilla me gustaba pero no teníamos
bastante dinero para comprarla, me trajeron algún paquete de esta marca que
siempre había ansiado probar, supongo que le pasarían la cuenta a mi padre,
otra cosa que pedí envalentonada por el éxito de la mantequilla, fue que me
compraran un estuche con lo necesario para cortarme y cuidarme las uñas, les
informe de que mi padre era muy tacaño y no querría pagarlo, el doctor me miro
furibundo y me aseguro que tendría lo que pedía, así fue, he conservado durante
años la cajita de cuero como recuerdo de la clínica de los Camilos.
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