domingo, 17 de febrero de 2008

CLÍNICA DE LOS CAMILOS



CLINICA DE LOS CAMILOS

No se cuanto tiempo estuve sin conocimiento, lo único que sentía era el dolor y lo único que oía eran mis gritos, cuando pude darme cuenta de donde estaba me encontré hospitalizada en la Clínica de los Camilos, donde antes estuvo mi abuela y donde mi hermano Juan Manuel estuvo hospitalizado cuando tuvo la polio, no sabia que hacia allí ni cual era la enfermedad que tenia, lo supe bastante después, estaba desde hacia algún tiempo aun hospitalizada cuando se acerco a mi cama un joven, seguramente medico debutante, me miro con indiferencia y me dijo “dime, ¿eres tu la niña con meningitis tuberculosa?” Le mire y sin inmutarme le conteste, “No, no soy yo, esa enfermedad es mortal y yo no pienso morirme” el joven puso cara de haber metido la pata y desapareció rápidamente.

Así me entere de lo que tenia, me habían dicho que mi enfermedad era la sinusitis, que también genera dolores de cabeza, no pudieron engañarme mucho tiempo, pero no me importo, como he dicho estaba dispuesta a no morirme y de hecho fui el primer caso de meningitis tuberculosa que se curo en España, y además sin quedar con secuelas, os contare como fue la cosa.

Lo primero que hicieron para intentar curarme fue hacerme punciones lombales, es decir una inyección entre las vértebras de la mitad de la espalda, era muy doloroso y si te rozaban un nervio tenias una sacudida de dolor fortísimo, esto me lo hicieron durante meses, mientras la tragedia de mi familia se desarrollaba a mi alrededor, siendo yo una de las victimas, el que estuviera a las puertas de la muerte no sirvió para parar los siniestros propósitos de mi padre apoyado por mi abuela, su hermana y sus hijas descendientes del noble marques que mostraron la vileza de una familia.

Al principio de la enfermedad mi madre y Ángel me acompañaban, venían todos los días y estaban todo el tiempo que podían, muchas veces Ángel me sostuvo entre sus brazos mientras me pinchaban, tenia que doblarme por la cintura y no moverme, su ayuda me tranquilizaba, nunca olvidare su cariño, también recuerdo que empecé a oír el ruido de un motor, nos quejamos pero la dirección de la clínica aseguro que no había ninguno, Ángel les dijo que si yo lo oía era porque existía y que lo buscaran donde sea, teníamos razón, en el sótano había un congelador y era su motor que me hacia daño, nadie mas que yo podía oírlo, seguramente debido a la inflamación de mis meninges, lo pararon y pude descansar, desde entonces tengo una particular sensibilidad a los ruidos de motores. Nunca olvidare las muestras de cariño de Ángel, y a él nunca lo he olvidado, pero un día desapareció, no vino mas a visitarme y no volví a verlo mas.

Tuve la suerte, en medio de mi desgracia de que existía la penicilina, fue descubierta y utilizada durante la guerra europea y era la única medicina que podía curar de la terrible tuberculosis, en España aun no estaba comercializada y se compraba de estraperlo, el médico nos dijo que era lo único que podría salvarme y tanto mi madre como mi padre la buscaron por todos los medios, Ángel iba a comprarla a Chicote, bar de moda del centro de Madrid donde se reunía la crema de la intelectualidad, según cantaba Celia Gamez, allí los nuevos ricos fascistas se entregaban a toda suerte de tráficos, Ángel consiguió comprar el preciado medicamento que tanto bien me hacia. Mi padre estaba en La Coruña y allí pudo también procurarse la medicina a través del contrabando entre España y Portugal, allí podía comprarse, como los portugueses siempre fueron aliados de los ingleses estos se la facilitaban, vino alguna vez a Madrid para traer el medicamento, en uno de esos viajes decidió terminar con la poca felicidad familiar que aun gozábamos.
Uno de los momentos de mi vida que nunca he olvidado fue una visita de mi padre a la clínica, mi abuela estaba allí, se saludaron, yo estaba inquieta, sabia la historia de mi padre abusando de la hija de mi abuela, pero se hablaban con educación y se marcharon juntos diciendo que deberían hablarse, yo me quede muy intranquila, soy un poco telépata y no podía quitarme de la cabeza que algo malo debía suceder, seguramente la corriente de maldad que se escapaba de aquellas dos personas me impresionó, debido a aquellos malvados mi vida nunca fue igual, no fue lo que pudiera haber sido, antes de cumplir los 15 años me convertí en una persona sola y con un peso sobre mis espaldas que hoy día aun me acompaña.

Todo cambio otra vez para mi, me encontré sola, no vi mas a mi madre ni a Ángel y a ninguno de mis amigos, cuando mama terminaba su trabajo en el taller solía venir a cenar conmigo a mi habitación, yo le guardaba algo de mi cena, por el gusto de comerlo juntas, preparaba un plato para cada una y esperaba, espere durante días su presencia, nunca nadie vino a informarme de lo que había pasado, del porque no venia, la primera noticia que tuve fue cuando mi padre vino a decirme que mi madre tenia prohibido venir a verme y que un policía que había puesto a la puerta de mi habitación le impediría el paso, se marcho sin darme ninguna explicación, pero el policía estaba allí sentado vigilando, era un policía privado que mi padre pagaba para impedir a una madre ver a su hija enferma, como no dejaba que nadie viniera a verme pagó también una enfermera para que me vigilara y estuviera en la habitación conmigo, los dos, policía y enfermera fueron de las mejores personas que encontré en mi vida, ya hablare de ellos.

Poco a poco fui enterándome de lo sucedido, de la persecución que se desencadeno contra mi madre, sin aun hoy en día no llego a comprender tanta maldad, el fascismo de unos, las frustraciones de mi abuela, el deseo de mi padre de acabar con su esposa que nunca le había hecho daño, en la familia siempre se creyó que la denuncia de mi padre fue debida a que temía que mi madre algún día le reclamase el dinero de los bienes gananciales, estaban separados pero el divorcio no existía, todo ese dinero que tanto le importaba no era gran cosa y cuando murió me entere de que se lo había gastado en putas, pero mi madre debía ir a la cárcel para que no tuviera derecho a sus cuatro cuartos.

Yo me quede sola, sin comprender nada, sin ver a nadie y sufriendo de la angustia que me daba la espera de la inyección que cada día recibía, alguna vez venia los médicos a verme, tenían compasión de mi y me preguntaban si deseaba algo, si quería comer algo especial, mi abandono debía ser demasiado patente, recuerdo que dije que me gustaría comer mantequilla Arias, la mantequilla me gustaba pero no teníamos bastante dinero para comprarla, me trajeron algún paquete de esta marca que siempre había ansiado probar, supongo que le pasarían la cuenta a mi padre, otra cosa que pedí envalentonada por el éxito de la mantequilla, fue que me compraran un estuche con lo necesario para cortarme y cuidarme las uñas, les informe de que mi padre era muy tacaño y no querría pagarlo, el doctor me miro furibundo y me aseguro que tendría lo que pedía, así fue, he conservado durante años la cajita de cuero como recuerdo de la clínica de los Camilos.

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